El cantar alegra nuestro espíritu al ofrecerlo a Dios nuestro Señor, aunque no seamos entonados debemos hacerlo, ya sea que estemos solos, acompañados o en la reunión de la iglesia.

Cantar Crece Nuestra Visión de Dios. “Que su nombre perdure para siempre; que su fama permanezca como el sol. Que en nombre las naciones se bendigan unas a otras; que todas ellas lo proclamen dichoso” (Salmo 72: 17).   Nuestro conocimiento de Él crece, por sus maravillas, sus perfecciones o cualidades. Crece nuestra admiración, y nuestra adoración.

Cantar Suaviza Nuestro Corazón y Reafirma Nuestra Determinación. “Esta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor” (Salmo 42:8).

Nuestro corazón se hace más sensible a los asuntos espirituales, y nos agrada buscar a Dios porque es agradable estar delante de Él para expresar nuestro canto y alabarlo. El Salmo 23:4 nos ofrece esperanza: “Aunque ande en valle tenebroso y de muerte, no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo”, linda promesa y un encuentro con Él al final del valle.

Cantar Es Hacer Lo Correcto. Porque lo alabamos, reconocemos quién es y todo lo que puede hacer. Su soberanía, su voluntad, sus planes, propósito de nuestra existencia, su infinito amor, su redención y su promesa de vida eterna en el nuevo orden a ejecutar. “Dios reina sobre las naciones; Dios está sentado en su santo trono” (Salmo 47:8); “Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tu creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4:11).

Toda La Música No Debería Tener Otro Propósito y Objetivo que la gloria de Dios y la edificación de los creyentes. Donde no se encuentre esto en el lugar designado, no hay música verdadera, sino alboroto diabólico. Sé un adorador, delante de Dios canta con sabiduría y con el corazón, comprende y siente lo que estás cantando. Jesucristo declaró a la mujer samaritana: “Dios es espíritu, y quiénes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Evangelio de Juan 4:24).

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