Aquel mismo día (el día de la resurrección) dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaus a unos 11 kilómetros de Jerusalén. Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. Sucedió que, mientras hablaban y discutían. Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados… ¿Qué es lo que ha pasado? — Les preguntó. —lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quién redimiría a Israel. ¡Qué torpes son ustedes les dijo Jesús y que tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria?

Evangelio de Lucas 24:13-35

La conversación continúa mientras caminan a su aldea, les explica las Escrituras comenzando con los escritos de Moisés, los profetas y les explicó que todo se refería a Él como el Mesías prometido a Israel. Los caminantes estaban sorprendidos, ellos no eran del grupo de los doce, sino otros discípulos de Cristo. Cuando llegaron a la aldea, Jesús hizo como que continuaba su camino, pero ellos lo invitaron con insistencia que se quedara con ellos, aceptó y entró a la casa. “Luego que se sentaron a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció” (v. 31).

El Maestro Jesús se manifestó en diferentes ocasiones a sus discípulos o seguidores para que ellos autenticaran su resurrección, cada vez que se apareció a ellos les hablaba del reino de Dios, de la tarea que les dejaba para que continuaran la obra de evangelización que él había iniciado en Galilea, Judea, y Samaria, y agregó, hasta lo último de la tierra. Dice el relato de los evangelios que durante cuarenta días hizo esto, hasta que los citó a todos en un Monte para despedirse de ellos, los bendijo y ascendió al cielo, una nube lo ocultó de sus ojos y desapareció de su vista. El testimonio que Jesús estaba vivo, impactó la vida de ellos, creyeron, y confirmaron que él era el Mesías para salvación de los judíos y de los gentiles.

Han transcurrido dos mil años y el mensaje de su muerte, resurrección y salvación continúa dándose hasta que Él regrese a este mundo para juzgar a las naciones y establecer su reino.

Lee el relato Lucas 24:13-35