Prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en el se refugian. 

Salmo 34:8

Y a mí, pobre y necesitado, quiera el Señor tomarme en cuenta. Tú eres mi socorro y mi libertador; ¡no te tardes, Dios mío!

Salmo 40:17

Fe y Esperanza, dos virtudes y cualidades tan efectivas que a veces no tenemos o nos hemos descuidado de ellas. En los capítulos 34 y 40 de los salmos que uso para esta reflexión; observamos que ambos son experiencias genuinas de David, el cantor y Rey del pueblo de  Israel.

En el primer salmo actuó como demente para que no lo mataran los hombres de la ciudad bajo la orden de su rey enemigo de su nación. Ahí se fue a refugiar, porque su enemigo el Rey Saúl lo perseguía para asesinarlo, estaba paranóico sabiendo que el nuevo rey de Israel sería David.

En el otro salmo David, se siente muy agradecido a Dios, y hace un recuento de las situaciones embarazosas de las que Dios lo libró, incluía alguna enfermedad, problemas de familia, enemigos, etc. Al leer ambos salmos, uno se da cuenta de la grandeza de Dios para actuar en el momento oportuno en favor de sus hijos que tienen fe en Él y esperanza de que se resolverá todo tipo de problemas y conflictos.

David logró la victoria sobre sus enemigos, incluyendo al Rey Saúl, quien terminó con su vida suicidándose. Debemos considerar que cuando tenemos problemas, en la familia, en el trabajo, en donde se estudia o en cualquier relación quebrantada, aún en la enfermedad, en el infortunio, es necesario no perder la fe en el Dios misericordioso en quien creemos, tampoco perder la esperanza, la cual es maravillosa porque nos ayudará a vislumbrar hacia el futuro que todo se resolverá, porque Dios nos ama como Padre Perfecto que es. Debemos acudir a Él en todo tiempo y como David alabarlo y darle gracias porque su amor perdura para siempre.

Lee Salmo 34, Salmo 40