Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oro así: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti, ya que le has conferido autoridad sobre todo mortal para que él les conceda vida eterna a todos los que le has dado. Y esta es la vida eterna que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame en tu presencia con la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera.”

Evangelio de Juan 17:1-5

En esa ocasión, cuando Jesús hizo esta oración pidiendo por él, también oró por sus discípulos y por todos los creyentes de todas las épocas. Se fue al Monte de los Olivos con sus discípulos. En la noche fue arrestado por la guardia del templo y llevado para ser juzgado por los sumos sacerdotes y por el Consejo de los Ancianos. Jesús en su oración, pidió primeramente a su Padre, ser glorificado por él.

El reconocimiento de que su Hijo había obedecido su voluntad, también había cumplido con los requerimientos de su justicia en favor de la humanidad. Jesús, pide que el Padre también sea glorificado, porque le dio autoridad sobre todo ser humano para que lo conozcan como el único Dios verdadero y alcancen vida eterna en su nombre. Pide ser vindicado con la misma gloria que tenía en el cielo antes de que el mundo existiera. Maravillosa relación que el Padre y el Hijo tenían desde el principio. El propósito de su venida aquí a la tierra había llegado a su fin, le esperaba el suplicio y su muerte en la cruz. Jesús obtuvo la victoria en Getsemaní.

Nosotros debemos seguir el ejemplo de Él, en nuestras oraciones, pedir al Padre que cumpla su propósito en nosotros, que obedezcamos su voluntad hasta el último día de nuestra existencia aquí en la tierra, que Él sea glorificado en nosotros a través de nuestras acciones, servicio, y fidelidad en compartir el evangelio de amor con otras personas y asegurarles, que si creen, tendrán vida eterna en Cristo Jesús nuestro Señor y Salvador.

Lee Juan 17