Daniel fue un joven del pueblo de Israel, un profeta de Dios. Fue llevado a Babilonia como muchos otros al ser derrotado su pueblo por la invasión del ejército babilónico. Daniel fue un hombre temeroso del Dios de Israel. Como joven fue un estudiante excelente de las costumbres y cultura de Babilonia, un hombre culto, respetado. En su juventud y madurez superó en inteligencia y sabiduría a los consejeros y adivinos del Rey.

— “Corría el primer año del reinado de Darío hijo de Jerjes, un medo que llegó a ser rey de los babilonios, cuando yo, Daniel, logré entender este pasaje de las Escrituras donde el Señor le comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años. Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas. Esta fue la oración y confesión que le hice” (leer la oración, Daniel 9:5-19). En esta oración hace un recuento de los pecados de su pueblo, rebeldía contra Dios, una desobediencia descarada y Dios descargó su enojo sobre ellos, e incitó a los babilonios para que destruyeran la ciudad de Jerusalén y el templo sagrado. Dios dijo que los castigaría durante 70 años en el exilio en Babilonia. Los persas posteriormente hicieron guerra a los babilonios y ganaron. Ahora el pueblo de Israel está sujeto al gobierno persa (actualmente es el país de Irán). La angustia de Daniel es por la rebelión de su pueblo, pide perdón a Dios por sus pescados y por los pecados de su pueblo, y recibe el perdón. Pronto se cumplirá el final del exilio y su pueblo volverá a su país, a la ciudad capital Jerusalén a la reconstrucción de ella y del templo. Se le revela: las 70 semanas, el futuro de su pueblo, lo que vendrá sobre la humanidad y este mundo en el futuro.

Cuando estamos en angustia por enfermedad  o de nuestra familia, o en otro tipo de problemas, vayamos en oración a Dios y derramemos delante de Él nuestra alma, como lo hizo Daniel y recibiremos el consuelo y la solución a nuestras necesidades. Solo ten fe y esperanza.

Lee Daniel 9:5-19