Nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo, a ese niño se le ha dado el poder de gobernar; y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.

Profeta Isaías 9:6

La humanidad constantemente ha estado en conflictos, ya sea en lo interno en cada nación, un país contra otro, otros países en conflictos con otros, dos guerras mundiales. La paz ha sido efímera. El individuo tiene sus conflictos internos no tiene paz consigo mismo, ni con Dios; en la familia se suscitan conflictos, y el hombre tiene sus diferencias con otros, no hay paz.

Cuando a Jesús el Mesías se le otorgó el nombre de Príncipe de paz, el ser humano tuvo una gran esperanza, porque cuando Cristo inició su ministerio terrenal fueron muchos que encontraron la paz mediante sus enseñanzas, predicaciones, relación con él, así también con la sanidad de enfermos y liberación de espíritus malignos en otros, la paz de Dios había llegado a la tierra de Israel, paz que los profetas habían deseado, así como la nación completa, pero lo rechazaron como Mesías, no reconocieron que venía de parte de Dios.

En nuestra experiencia personal cuando nosotros lo recibimos en nuestra vida como Salvador y Señor experimentamos la reconciliación con Dios, somos perdonados de nuestro extravío y nuestro vacío existencial es lleno por la presencia del Espíritu Santo en nuestro espíritu o alma. Cristo es una realidad y nos da paz, seguridad y salvación. Cuando Cristo regrese a este mundo de manera personal los conflictos nacionales y mundiales cesarán porque él impondrá la paz, reinará al establecer su reino eternal. Habrá paz en el individuo como en el mundo, él lo prometio. “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo.” “Yo les he dicho estas cosas para que en mi hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo (Evangelio de Juan 14:27; 16:33).

Lee Isaías 9:1-7