“Dirigiéndose a todos, declaró: Sí alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.”
Evangelio de Lucas 9:23-24
Esta conversación de Jesús con sus discípulos la hizo cuando se encontraban cerca de la ciudad de Betsaida. Primero les pregunto: ¿quién dicen la gente que soy yo? … Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? (v.18-20) Lo importante y necesario en nuestra relación, es saber quién es Jesús. Simón Pedro respondió: “El Mesías (Cristo) de Dios.”
La relación de estos discípulos y muchos más que siguieron a Jesús para andar y estar con él demandaba un compromiso, la relación con él demandaba lealtad y sacrificio, obediencia y dependencia en Jesús el Cristo. Tendrían que pagar el precio porque de ahí en adelante, lo que él ya estaba experimentando en el sufrimiento del rechazo de los lídieres religiosos, de extranjeros y del pueblo judío, ellos también como sus seguidores lo experimentarían cuando ya no estuviera con ellos.
En cierta ciudad norteamericana había un joven adolescente que odiaba a Dios, un día, sabiendo que otro joven de nombre Cassie era cristiano lo buscó y le preguntó apuntándole con una pistola. ¿Crees en Dios? Cassie le respondió, creo en Jesús el Hijo de Dios como mi Salvador. El otro accionó la pistola y le dio un tiro en la cabeza y Cassie se desplomó muriendo instantáneamente. En su funeral 75 jóvenes adolescentes recibieron a Jesús como su Salvador y prometieron nunca negar su compromiso con Cristo.
Todos los que somos seguidores de Jesús nuestro Señor y Salvador, experimentaremos pagar el precio por ser sus discípulos. Jesús dijo: “Si alguien se avergüenza de mi y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los Santos ángeles” (v.26).
Lee Lucas 9:18-26