“Esperamos confiados en el Señor; él es nuestro socorro y nuestro escudo. En el se regocija nuestro corazón, porque confiamos en su santo nombre. Que tú gran amor, Señor, nos acompañe, tal como lo esperamos de ti.”

Salmo 33:20-22

El salmista nos da testimonio de cuánto confiaba en su Dios y Señor, por eso, nos recomienda que confiemos esperando en Él. Tener fe en Dios es creer en su existencia y en todas sus perfecciones, pero confiar, es sobre todo un acto de fe.

La confianza simboliza unión y fe. Si tenemos unidad con Dios y fe en sus propósitos, en lo que puede hacer en nuestro favor o de los que amamos, se mostrará en los resultados que obtengamos por nuestra unión y fe en Él como la única ayuda.

El salmista por su propia experiencia, y la experiencia de otros a los cuales incluye porque está hablando en plural, dice: “esperamos confiados en el Señor”, la espera habla de paciencia, una cualidad necesaria en nuestras relaciones humanas y con Dios; por lo tanto no debemos caer en el desespero o en la impaciencia porque eso es ofensivo en quien estamos confiando, todo tiene su momento y hora para que Él cumpla su promesa en nosotros.

También es importante y necesario reconocer que Dios es nuestro socorro, auxilio en la tribulaciones  y vicisitudes que esta vida nos presenta. Después de la espera confiada, nos alegraremos porque hemos recibido su ayuda, nos gozaremos también por haber confiado en el Señor.

Finalmente el salmista tiene una petición a Dios: “que tú gran amor, Señor, nos acompañe”, no hay algo que sea tan maravilloso y sublime, como su compañía. El creyente leal a Dios, por medio de su Hijo Jesucristo es vivir bajo esa compañía de Dios en todo lo que hacemos para mejor nuestra manera de vivir. Que así sea.

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