El joven Timoteo recibió conocimiento sobre Dios, sobre la obra de Cristo Jesús, sobre toda enseñanza que debería extenderla y compartirla, conocimiento que recibió de su madre Eunice, de su abuela Loida y de su maestro Pablo el apóstol. Este joven cuando recibió estas dos cartas que llevan su nombre escritas por el apóstol Pablo desde Macedonia, posiblemente la ciudad de Filipos, ya era un Pastor, siervo de Dios ministrando a una comunidad de cristianos que vivían en la ciudad de Efeso. Compartiendo con ellos lo que sabía de Cristo, de su obra redentora, primeramente para los judíos y también para los gentiles o no judíos.

En la vida del ser humano, en tu vida y en la mía, todo conocimiento que sea una verdad real y útil se debe compartir con otros por el bien común, para beneficio de aquellos que viven en la ignorancia respecto a cualquier asunto o tema, pero sobre todo, de la vida espiritual, de la relación que se debe tener con Dios y con su Hijo Jesucristo.

Dice el dicho mexicano: “el que no sabe es como el ciego”, la ceguera espiritual todo ser humano lo ha tenido en el pasado y en el presente a menos que alguien le comparta la su luz del conocimiento de Dios, que experimente su amor, y su propósito de salvarlo de la condenación eterna y de vivir para siempre con Él por medio del único camino que lo llevará a Él, este camino es Cristo.

Comparte con otros el conocimiento que tienes de Él, y ellos vivirán seguros y  felices. Cuando mueran se encontrarán con Dios.

Lee 2 Timoteo 1:5-10