“… Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las de ustedes. Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, no serían culpables de pecado. Pero ahora no tiene excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también aborrece a mi Padre… Pero esto sucede para que se cumpla lo que está escrito en la ley de ellos: —Me odiaron sin motivo.”

Evangelio de Juan 15:20-25

Jesucristo fue un hombre radical, sin miramientos y sin encubrir absolutamente nada a sus discípulos respecto a las demandas del reino a establecer en las vidas de las personas.

Les advierte a cerca de lo que Él ya ha padecido. Ha sido rechazado por los fariseos, por los principales ancianos del templo y del sumo sacerdote. También por los judíos, principalmente de los que vivían en la ciudad de Jerusalén, a pesar de oír sus enseñanzas, de sus obras de sanación a los enfermos, de la realización de milagros y de cada una de sus actividades. Demostrándoles con hechos que Él había sido enviado por el Padre celestial, que era el cumplimiento de lo que declararon los profetas de la antigüedad respecto al Mesías. Les asegura a sus seguidores que ellos también sufrirán las afrentas de la gente que no tiene temor de Dios, a quien niegan y no aman. Enfatizó que estos individuos que lo han rechazado lo odian sin motivo, tal como estaba profetizado.

A través de los periodos de la historia del cristianismo, hubieron y continúan habiendo mártires por causa de Cristo. Desde que Jesús ascendió a los cielos sus seguidores fueron perseguidos en el primer siglo y posteriormente hasta nuestros días, en diferentes países del mundo. Aquí en México hubieron mártires, persecuciones, encarcelamientos, esto ha cesado, pero los indígenas que se convierten a Cristo sufren terrible persecución. La advertencia de Cristo sobre que sus discípulos serán perseguidos es válida, pero su presencia también con los suyos es real y es nuestro sostén, nuestra gran ayuda y motivación.

Lee Juan 15:18-27