“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a el, y cenaré con él, y él conmigo.”

Apocalipsis 3:20

Esta declaración es para la iglesia que estaba en la ciudad de Laodisea (actual territorio de Turquía). La ciudad fue fundada por Antioco II (261-246 a. de C.), el fundador la llamó Laodicea en honor de su esposa que así se llamaba.           

Las personas que formaban esta iglesia eran gente con buenos recursos económicos, la ciudad era próspera, había fábricas de textiles y otros elementos de comercio, había un constante turismo, los habitantes incluyendo a los cristianos se sentían muy seguros y satisfechos de su ciudad y del progreso de su propia vida, pero tenian un gran problema, ellos se habían hecho indiferentes a la enseñanza de Cristo Jesús, a quien habían decidido en el pasado a seguirlo fielmente.

Cristo por medio de su mensajero les dice: “Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras lo uno o lo otro. Por tanto, como no eres ni frio ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca” (3: 15-16).

Terrible declaración para ellos, una iglesia tibia. El cristiano no debe ser neutral, ser o no ser es lo mejor. Es por eso, la invitación del Cristo resucitado: Estoy a la puerta llamando, si me abres entraré y tendré comunión contigo. Esta invitación es para todo individuo, Cristo lo hace en el momento apropiado, en alguna circunstancia difícil o por inquietud del mismo individuo en lo espiritual, sea hombre o mujer.

Continúa…

Lee Apocalipsis 3:14-19