Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos. “He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.” —Ellos respondieron, “¿Y eso a nosotros qué nos importa? —¡Allá tú!” —Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.

Evangelio de Mateo 27:3-5

Veamos la diferencia entre el remordimiento y el arrepentimiento. Según el diccionario, “remordimiento es un sentimiento de culpabilidad que tiene una persona por algo que ha hecho y que la intranquiliza.” Es, lamentarse, inquietud, pesar interno, desesperación, y tristeza. El remordimiento no busca el perdón y en algunos casos buscan la puerta falsa, el suicidio. Otros tratan de olvidarlo y en otros, después de un tiempo, les es indiferente.

Arrepentimiento según la Biblia, “es un reproche interno con el que la conciencia nos mortifica por haber cometido una acción que no debíamos haber hecho porque sabíamos que era hacer el mal.” En el arrepentimiento hay un propósito, reparar el daño por el sentimiento de culpa. Arrepentimiento es reconocer el pecado, reconocer que soy culpable, cambiar de actitud, buscar el perdón de Dios y de los que hemos ofendido. —Tiene que haber, como consecuencia un cambio en la conducta.

Para la salvación del alma, el arrepentimiento es una auténtica conversión a Dios, buscar el perdón por medio de Jesucristo para experimentar una nueva vida, creer en Él y recibir la vida eterna. La culpa es borrada. Judas experimentó remordimiento, lamentó las consecuencias de su traición, pero no sintió verdadero arrepentimiento por su pecado. Devolvió las 30 monedas de plata a los principales sacerdotes. Hizo su confesión de haber pecado entregando sangre inocente. Pero no recibió ni ayuda, ni consuelo de ellos, la única respuesta de ellos fue: ¿Qué nos importa a nosotros? Allá tú. Judas no pudo soportar más la  culpa de su maldad, fue y arrojó las 30 monedas de plata en el santuario en el lugar santo y luego salió de ahí. Si después se hubiera arrepentido y esperado la oportunidad, como lo hizo Pedro, confesar su amor por Jesús en señal de arrepentimiento, pero lamentablemente Judas no creyó en Jesús como el Mesías, quien había prometido que al tercer día se levantaría de los muertos, por el contrario, fue y se ahorcó.

Es muy lamentable cuando una persona se resiste a reconocer las ofensas a otros y no se arrepiente, ni busca al ofendido para reconciliarse y recibir el perdón. Su necedad y orgullo no se lo permiten. Lo mismo sucede cuando se ha ofendido a Dios por medio de los pecados cometidos, porque todos los seres humanos “hemos pecado y estamos destituidos de la comunión con Dios.” Somos culpables delante de Él.

El apóstol Padró refiriéndose a la muerte de Cristo le dice a la gente en el día de Pentecostés: “Por tanto, para que sean borrados sus pecados, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, a fin de que vengan tiempos de descanso de parte del Señor, enviándoles el Mesías que ya había sido preparado para ustedes, el cual es Jesús.” Hechos 3:19-20.

Continúa…

Lee Mateo 27:1-5