“El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor.”

1a. de Juan 4:8

Todas las perfecciones de Dios son únicas, admirables y sorprendentes. Su eternidad, su eterno poder, su grandiosa sabiduría e inteligencia, su gracia, misericordia, preconocimiento de todas las cosas, etc.,etc.  Pero es maravilloso, sublime y eterno amor. El amor de Dios es la perfección de su carácter que busca el cumplimiento de su voluntad en todos los seres creados, ángeles y seres humanos. Dios es amor porque busca su propia gloria y el reconocimiento de todas sus criaturas porque Él les da la existencia. De manera sobresaliente el ama a la humanidad, no desea que ningún ser humano se pierda en la eternidad sino que cumpla con su propósito existencial.

Pero la humanidad se descarrió de ese propósito y de obedecer la voluntad de Dios por lo que envió un Salvador para rescatarlo de su loca perdición y condenación. Cristo Jesús fue el enviado de Dios, que por amor fue sacrificado para que el hombre que en Él creyera no se perdiera sino que tuviera vida eterna. El perfecto amor de Dios fue demostrado por esa muerte de cruz de su amado Hijo, qué sublime perfección del Padre y del Hijo Jesucristo, el cuál nos enseñó amar a Dios como Padre, por eso el apóstol Juan llama la atención a sus lectores diciéndoles: “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor”.

El amor es un sentimiento pero también es una decisión, amamos o no amamos, Juan dice que si amamos a Dios debemos también amar a nuestro prójimo, es de esta manera como demostramos nuestro amor a Dios como nuestro Creador y nuestro Padre y a Jesucristo nuestro Señor y Salvador, que por su obra fuimos adoptados como hijos. Conocer a Dios en todas sus perfecciones, obedecerlo cumpliendo su voluntad es amarlo, pero si no amo a mis semejantes, estoy mintiendo y la verdad de Dios no está en mi. Amemos a nuestro prójimo sirviéndole y lo más importante y necesario de hacer con urgencia es, hablarle del amor de Dios, del sacrificio de Cristo Jesús, para que no se pierda sino que tenga vida eterna.

Lee 1 Juan 4:7-12