“Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero el me dijo: Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad. -Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”
Apóstol Pablo a los corintios 2a. carta 12:8-10
Nos impresiona al leer lo que el apóstol Pablo expresa a la iglesia en Corinto, sobre su malestar constante en su cuerpo, él le llama un aguijón en su carne, una espina, un mensajero de Satanás que lo atormentaba para que no se enalteciera sobremanera. Nadie sabe a lo que el apóstol se refiere con certeza, posiblemente una afección física, que Satanás deseaba usar para detener el empuje misionero que el apóstol y los demás creyentes o misioneros realizaban llevando el evangelio de Jesús por todo el imperio Romano. Aunque el apóstol Pablo había orado a Dios en tres ocasiones para que le quitara ese aguijón de su carne, la respuesta de Dios era negativa, solo le daba su promesa de que su gracia era suficiente, es decir, que el poder divino, el poder de Cristo su Señor a quién servía se manifestaría en su debilidad humana, en su dolor o sufrimiento. Lo soportaría por esa gracia de Dios y así fue, cuando se sentía atormentado y débil Cristo lo fortalecía, se hacía fuerte, así su vida espiritual crecía y pudo enfrentar con esa gracia del Señor diversas tribulaciones, abandono, persecuciones, peligros y escasez material o económica.
Respecto a ti, ante las situaciones que estás viviendo, ya sea el temor a enfermarte de covid u otra enfermedad, o estás ya batallando con algún mal o te haz quedado sin trabajo por causa de esta pandemia, tu economía no anda bien, o te sientes mal por el dolor, malestar, o tristeza por la muerte de un ser amado, esto es un aguijón que estás experimentando, la promesa que le hizo Dios al apóstol Pablo es también una promesa para ti: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. La gracia de Dios es su presencia para estar a nuestro lado y su poder para fortalecernos en esa debilidad, fortalecernos en la fe, aceptar su propósito, esto produce contentamiento, nuestra carga es compartida y Cristo nos fortalece, salimos de ser un cristiano débil, a ser un cristiano fuerte, solo por su misericordia.