“Los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban. Felipe bajo a una ciudad de Samaria y les anunciaba al Mesías. Al oír a Felipe y ver las señales milagrosas que realizaba, mucha gente se reunía y todos prestaban atención a su mensaje. De muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando alaridos, y un gran  húmero de paraliticos  y conos quedaban sanos. Y aquella ciudad se llenó de alegría.”

Hechos 8:4-8

Maravilloso avivamiento en una ciudad que no se menciona su nombre, Felipe uno de los 7 diáconos recién nombrado por los apóstoles, para que sirvieran los alimentos a la gente que se había convertido a Cristo por el mensaje del apóstol Pedro, vino una persecución por parte de los líderes judíos del templo, todos los nuevos creyentes huyeron de la ciudad de Jerusalén con excepción de los apóstoles. Felipe fue a una de las ciudades de la provincia de Samaria y comenzó a predicar sobre el Mesías Jesús, su muerte de cruz y su resurrección, la gente comenzó a juntarse y prestaban atención a la palabra de Felipe, pero junto con el testimonio de él, comenzó a sanar enfermos, paralíticos y a liberar a la gente poseída de demonios, esto produjo arrepentimiento en los oyentes, comenzaron a creer el mensaje de Jesús el Cristo, produciendo en toda la gente una gran alegría por lo que veían y oían.

Cuando Cristo llegó a nuestra vida hubo en nosotros la misma reacción, lloramos por el perdón de nuestros pecados, alegría maravillosa al recibir a Cristo en nuestro ser, por medio de una oración de confesión y aceptación, dispuestos a seguirlo como nuestro Señor. Al leer este relato de Felipe, un hombre griego-judío puede uno creer en ese avivamiento en la que una multitud fue impactada por el evangelio, milagros y sanidades.

Cristo es el deseado de las personas cuando el Espíritu Santo produce convencimiento de pecado, justicia y juicio; produce alegría, paz espiritual y satisfacción. Jesús declaró: “el que lo sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Evangelio de Juan 8:12). Prometió que Él y su Padre morarían dentro del ser humano que lo reconociera como el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. “El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Evangelio de Juan 14:23) ¡Cristo Vive En Ti!

Lee Hechos 8:4-8