¡Consuelen, consuelen a mi pueblo! Dice su Dios. Hablen con cariño a Jerusalén, y anúncienle que ya ha cumplido su tiempo de servicio, que ya ha pagado por su iniquidad, que ya ha recibido de la mano del Señor el doble por todos sus pecados.

Profeta Isaías 40:1-2

Dios ama, castiga y consuela, así es Él y su justicia. A veces es incomprensible para nosotros el actuar de Dios en nuestras circunstancias o en los problemas. 

Dios ama a su pueblo, judíos y gentiles como nosotros, nunca debemos dudar de su amor el cual es inconmensurable, nos satisface su amor porque no es voluble sino perfecto. No es como el amor humano que cambia con el tiempo, por las conveniencias o por el egoísmo. Él amor de Dios es diferente, es puro, es incondicional. Su amor compasivo por el irredento es asombroso, porque no descansa hasta que el pecador responda a su invitación de regresar a Él para recibir el perdón de sus pecados. Así su amor es redentor. Si el pecador se resiste el amor de Dios es paciente lo espera mientras tenga vida física. 

Dios también castiga, lo hace por su justicia y por su santidad. El pecado no queda sin castigo, el pecador no sale impune, tiene que recibir su castigo. El pueblo de Israel al cual se refiere el profeta Isaías, pecaron alejándose de Dios, fueron tras la idolatría de los paganos, el castigo vino sobre ellos, Dios enviaba a sus profetas como Isaías, Jeremías y otros para que consolaran al pueblo al experimentar el castigo por su rebelión. Así es el actuar de Dios, también con nosotros, nos ama entrañablemente porque somos sus hijos adoptados por la obra de Jesucristo, pero cuando nos alejamos de la relación y comunión con Él por nuestras aberraciones, rebeldía y pecados, nos disciplina o castiga.

En medio de la prueba o la tribulación recibimos el consuelo del Espíritu Santo. Es lindo y maravilloso nuestro Dios. Mejoremos nuestra comunión con Él.

Lee Isaías 40:1-5