“Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo…”
Evangelio de Juan 10:9
Jesús de Nazaret utilizó ejemplos de la vida, para enseñar su evangelio (buenas noticias), enseñar sobre Dios el Padre que lo había enviado a la tierra con un propósito específico en favor de su pueblo judío y de toda la humanidad.
En este versículo que escribe Juan el apóstol, un discípulo de Jesús, dice que Jesús es la puerta, una metáfora naturalmente, para describir la oportunidad que tiene el ser humano de entrar a la comunión con Cristo para que encuentre el propósito existencial, mediante la salvación de su alma y de su vida integral. El hombre es incapaz de resolver su vacío existencial por causa de que es imperfecto, y alejado de Dios por su propia decisión. Dios lo considera pecador por su desobediencia y rebeldía por no tomar la decisión de humillarse ante Él y recibir su misericordia para que sea perdonado. Antes de Cristo el hombre tenía que acercarse al sacerdote para que sacrificara un cordero y la sangre fuera rociada sobre él y así ser declarado sin culpa, perdonado. Pero cuando Cristo vino a este mundo ya no más sacrificios de animales, Jesús se convirtió en sacerdote y en víctima al morir por el hombre por su desobediencia, rebeldía y pecado alejado de Dios. Es por eso que invita al pecador penitente a entra por la puerta que es Él para que sea salvo de la condenación eterna.
Jesús es la puerta de la seguridad del pasado, porque el hombre es perdonado por su pasado pecaminoso; Jesús es la puerta para la seguridad presente porque la vida logra su satisfacción porque Cristo está en nosotros dándonos su paz, seguridad, gozo y su presencia cada día, hasta que un día podamos estar con Él por toda la eternidad; Jesús es la puerta para la seguridad futura, porque no habrá condenación eterna para los que estamos en Él. “El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios” (Juan 3:18).
Lee Juan 10:1-10