“Aunque la higuera no de renuevos, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzca alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aún así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegrare en Dios, mi libertador!”

Profeta Habacuc 3:17-18

¿Con qué actitud te despiertas cada mañana? ¿Tienes dificultad para iniciar tu día? ¿Molesto, enojado, preocupado, deprimido? o ¿feliz, entusiasta, alegre y con deseo de hacer tu trabajo, atender tus pendientes? Las emociones negativas nos arruinan el día o los días, nos quitan el gozo interior que el Espíritu de Dios nos da con su presencia en nosotros. El salmista declara: “Este el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él” (118:24) y el profeta Habacuc lo subraya: “me regocijaré y alegraré en el Señor.”

¿Por qué debemos alegrarnos en el Señor? Porque es el Dios de la salvación.  No encontraremos gozo permanente en la familia, porque hay problemas que resolver, enfermedades que curar o pérdida de trabajo o el ingreso económico no alcanza y otros más que van y vienen, no es permanente la alegría. No encontramos gozo permanente en nuestras emociones porque son variables, lo perdemos fácilmente. Es por eso la invitación, de alegrarnos en Dios quien nos sostiene en toda situación si dependemos en Él, su gozo será permanente a pesar de los problemas, Él nos apoyará en la solución.

¿Por qué debemos alegrarnos  en el Señor? Porque en los tiempos  difíciles que experimentamos Dios nos está disciplinando para que regresemos a Él y depositemos nuestra confianza nuevamente. Dios puede usar los dolores, tragedias y situaciones adversas que nos golpean, sin olvidar que hay otras razones para la disciplina cuando nos hemos alejado de Él, desobedecimos su voluntad, o hemos pecado en alguna de sus diferentes formas. Lo conveniente es que regresemos a nuestro buen Padre celestial en arrepentimiento, buscando el perdón y su restauración y su alegría volverá a nuestra vida.

Lee Habacuc 3:17-19