Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas y la Primera Carta de Pablo a los Corintios, registran esta Ordenanza que Jesús dejó, para que sus discípulos de primera generación y de todas las generaciones la practicaran para recordarlo en su cruento sacrificio por amor a los suyos. Recordar que su muerte era necesaria para perdón de pecados en un arrepentimiento sincero, que Dios el Padre otorgaría por los méritos de Cristo, y por fe en esta obra de Él tuvieran eterna salvación y vida nueva. Por medio de esta Cena en su memoria recordar su victoria sobre la muerte, Él resucitó y vive eternamente para asegurar que sus seguidores vivirán para siempre con Él, mientras tanto intercede cada día a favor de los suyos. Recordarán también su promesa de que Él volvería a este mundo para juzgar a las naciones gentiles y a los que lo rechazaron, y establecer su reino milenial.
Qué inspirador y gratificantes son estas promesas el recordarlas cada vez que celebramos su Cena en su nombre. Tenemos también la oportunidad de consagrar nuestra vida recordando que su sangre es un nuevo pacto celebrado con nosotros. Pan y Vino son los símbolos del cuerpo y de la sangre de Jesús el Mesías, nuestro Salvador y Señor.
Lee Lucas 22:7-20