¿Qué sucede cuando muere un ser humano? Un médico determina y afirma que la evidencia física ha terminado, todos sus órganos vitales han dejado de funcionar. Teológicamente, un seguidor de Jesucristo muere físicamente cuando el alma deja el cuerpo y se va de inmediato al cielo de Dios para estar con Él. Eso es lo que creemos. El apóstol Pablo dice: “Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. (2 Corintios 5:8) (v60) En la traducción del lenguaje actual dice este versículo: “No nos sentimos tristes, aunque preferiríamos dejar este cuerpo para ir a vivir con el Señor”.

Es una transferencia inmediata de la tierra al cielo. Cuando el mártir Esteban estaba muriendo por las pedradas de los enemigos del evangelio de Cristo, él dijo: “Veo abierto los cielos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios . . ., dijo: Señor Jesús recibe mi espíritu” (Hechos 7:54-60). Una muerte dolorosa, pero rápida, su ultimas palabras fueron una oración pidiendo a Dios que no les tomara en cuenta su muerte a esos hombres. Hay muchos testimonios de seguidores de Cristo que al morir, fue como dormir, cerraron sus ojos y salieron de su cuerpo, otros en un hospital, pero otros murieron violentamente en manos de asesinos, o en un accidente, la verdad última es que su espíritu o alma salió de su cuerpo y fueron llevados al cielo para estar con su Señor, “descansando de sus trabajos pero sus obras continuan”.

Otra verdad es, que los seguidores de Jesucristo mueren confiados que van al cielo, creyendo en la promesa de  Jesús: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay, si no las hubiera ya se las habría dicho… voy pues a preparar lugar para ustedes para que donde yo esté ustedes estarán también conmigo” (Juan 1:1-4). Cree en esta promesa, no te angusties en la hora de partir ni tengas miedo, el Señor te dará paz y confortará tu espíritu y te llevará con Él en un abrir y cerrar de ojos. Entre tanto continúa firme en tu fe, en tu esperanza y en tu amor por Cristo. Además comparte su amor a otros, comienza con tus familiares, amigos y conocidos.

Lee 2 Corintios 5:1-10