Al principio el apóstol Juan expresa su propósito al escribir y enviar esta carta a sus feligreses. El predicador cuando se dirige desde el púlpito a los presentes, feligreses o no, tiene un mensaje que desea compartir con los oyentes, y tiene la buena intención de que la palabra o su mensaje produzca un efecto en la mente y en los corazones de los creyentes en Cristo. Esa es la misma intención del apóstol Juan, desea instruir a sus ovejas, advertirles del peligro que corre su fe en Cristo Jesús, motivarlos a no caer en la deslealtad al Señor.
-Es su intención que exista o se fomente comunión entre Dios, el Padre y sus hijos, los cuales han nacido de nuevo, por la obra de Cristo Jesús. A veces necesitamos que se nos recuerde que somos hijos de Dios y que tenemos que buscarlo para tener comunión o compañerismo con Él. Dios no lo necesita, pero nosotros sí y a Él le agrada que lo busquemos. En Getsemani, Jesús llevó a tres de los discípulos para que estuvieran con Él, porque estaría orando a su Padre por nuestra salvación, pero ellos no velaron sino que se durmieron, Jesús deseaba de su comunión y apoyo pero no fue así. Aunque ganó la batalla, pero lo hizo sólo. Por el contrario nuestras batallas se ganan en oración, estando en comunión con Dios y con Jesucristo.
-Es la intención del predicador traer gozo a sus hermanos. A semejanza de su Maestro, Juan tiene ese deseo que ellos disfruten del gozo de Cristo, porque la esencia del cristianismo es el gozo, la satisfacción y la verdadera felicidad que se debe experimentar no importando las circunstancias. Está comunión y gozo también debe darse con los hermanos en la fe en Cristo Jesús.