La historia de Esdras es interesante; era israelita, exiliado en Babilonia, descendiente del sumo sacerdote Aarón, el primer sacerdote y hermano del líder Moisés. Esdras, en ese linaje era sacerdote. Tenía buena aceptación ante el rey Artajerjes quien era el rey de Persia. Permitió a Esdras regresar a Jesuralén y organizar el culto al Dios de Israel, le entregó oro, plata y los objetos sagrados que eran del templo de Jerusalén traídos por Nabucodonosor rey de Babilonia cuando conquistó Jerusalén y trajo también a muchos conquistados de Israel. Dios castigó a los israelitas por su desobediencia e idolatría durante 70 años. Ahora, era tiempo de regresar a su patria. Ya habían regresado otros grupos de exiliados con Zorobabel, Josué y Nehemias. Esdras era un hombre muy versado en las Sagradas Escrituras, era un maestro muy respetado, un hombre de fe y un buen líder, además temeroso de Dios. En su oración hace notar que el Señor es el Dios de sus antepasados, de su pueblo Israel. Reconoce que Dios es soberano y usa aún a los reyes y a la gente que no son de su pueblo escogido para favorecerlos y su omnipresencia da directrices a sus siervos y a sus hijos para apoyarlos en lo que deben hacer para el bien del pueblo, de Jerusalén y del país.

Cada capítulo de su breve libro es una historia fascinante. El pueblo fue beneficiado por la lectura y el estudio del Libro de la Ley, se inicia un avivamiento espiritual en la reanudación del culto a Dios y de los sacrificios para perdón de pecados y las ofrendas como holocausto de gratitud a Dios por su infinita misericordia. Dios se complació de todo lo que hicieron para recobrar su identidad como una comunidad de adoración y del liderazgo de estos siervos.

Nosotros también los que creemos en Cristo, formamos parte del pueblo de Dios, el culto que le ofrecemos en nuestra vida transformada también le agrada. Con el servicio a Él y al prójimo exaltamos su nombre, lo honramos cuando damos testimonio de nuestra fe, cuando aprendemos de su Palabra y la ponemos en práctica, así obedecemos a Dios. “Manos a la obra”.

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