La Iglesia de Tesalónica fundada por Pablo durante su segundo viaje misionero (véase Hechos 17) se componía de convertidos judíos, griegos devotos, mujeres nobles (Hechos 17:4) y muchos gentiles que habían vivido en el paganismo.
Después de partir de Tesalónica (Hechos 17:10), el apóstol Pablo envió a Timoteo a que los visitara (1 Tesalonicenses 3:1-3); el citado discípulo más tarde le lleva un informe a Pablo en Corinto. Muchos tesalonicences se sentían desconsolados a raíz de la muerte de seres queridos (4:13-17); algunos estaban ociosos (4:11; y hasta vivían desordenadamente (5:14). Algunos se sentían tentados a regresar a vicios paganos (4:1-18). La persecución era fuerte (3:3-4). Algunos ponían en tela de juicio los motivos y el carácter de Pablo (2:1-12), otros ansiaban su presencia (3:6).
Respondiendo al informe que le entregara Timoteo, el apóstol Pablo escribe desde Corinto para felicitar a los creyentes por su fe (1:2-10); para defender su apostolado (2:1-12); y para unirse a sí mismo a la iglesia mediante vínculos más estrechos (2:17-3:10); para exhortarlos a la pureza moral, al amor fraternal y a la diligencia en el trabajo cotidiano (4:1-12); para consolarlos en su solicitud por sus seres amados que habían muerto (4:13-17); y para asegurarles su liberación del juicio que se avecinaba con motivo del Día del Señor (5:1-5); para exhortarlos a la vigilancia (5:6-11) y a practicar una conducta ordenada en la asamblea y en la vida diaria (5:12-23).