“Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo”
1Juan 2:1-2
Lo primero que uno nota en esta lectura, es el cariño, la ternura del apóstol Juan, ya es un anciano debe haber sido el último de su generación, el último de los apóstoles de Jesús. Posiblemente tendría entre 95 y 100 años.
La Vejez A Veces Despierta La Antipatía De Los Jóvenes
Su incorporación, su irritabilidad, su indisciplinada manera de vivir. Juan aunque con edad avanzada es muy cariñoso con sus hijos espirituales. Les está escribiendo para que no pequen pero no les reprende, ni los regaña, trata de encaminarlos a la bondad con amor. Hay dos peligros que ellos y nosotros debemos conocer muy bien acerca del pecado.
(1) Aceptar que el pecado es universal, nadie se escapa de pecar y cualquiera que diga que nunca ha pecado “es mentiroso y la verdad no está en él”.
(2) Aunque el pecado es universal, hay perdón de pecados mediante Jesucristo, siempre y cuando haya arrepentimiento.
Ese perdón no nos permite ser livianos o darnos la excusa para continuar pecando. El apóstol Juan dice dos cosas sobre esto:
a) El cristiano es alguien que ha llegado a conocer a Dios y ese conocimiento debe ser la obediencia, conocer a Dios y obedecerle, deben ser, como el apóstol lo indica, las dos caras de la misma experiencia.
b) La persona que dice, que permanece en Dios y en Jesucristo, debe vivir necesariamente la misma vida, que vivió Jesús, porque la unión con Cristo implica la imitación de Él. Así que el apóstol Juan establece dos principios éticos: (1) El conocimiento implica obediencia. (2) Y la unión implica imitación. Por lo tanto en la vida cristiana nada debe inducir a pensar ligeramente a cerca del pecado como algo sin importancia. En el versículo 2 nos presenta al Intercesor o Abogado. La fe en Cristo es una religión ética. El hombre frecuentemente es un fracaso. Confrontado con las demandas de Dios el hombre las admite y luego fracasa en su obediencia. Aquí hay una barrera levantada entre el hombre y Dios. Fue Cristo quien resolvió este problema de tener libre acceso a Dios como abogado y mediador. Y Él es el sacrificio por nuestros pecados. El sacrificio restaura una relación quebrantada, es necesario el arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. Es necesario y urgente acudir a Él, es un efectivo abogado.
Lee 1 Juan 2:1-12