Leyendo el libro del líder Nehemías encontré consuelo y ánimo en la experiencia misma de él. Nehemías era un hombre de oración. Y se dio cuenta que, sí en verdad había razón para estar triste por la desgracia de su ciudad, sin embargo, la tristeza no era la solución de su problema; que sí, había razón para el llanto, las lágrimas, el pesar, no era, sin embargo, la solución del problema. Él vio que la solución estaba en Dios y que lo más sabio era ir a Él en oración. La experiencia de Nehemías, que comenzó con lágrimas de aflicción y dolor, terminó con sumo gozo, alegría y satisfacción, porque Dios escuchó sus oraciones, respondió a sus oraciones, premió sus oraciones. Esta historia ilustra lo que el apóstol Pablo les dijo a los cristianos que estaban en la ciudad de Roma: “Lo que ahora sufrimos no tiene comparación con la gloria que Dios nos dará después”. En la experiencia de Nehemías hay tres lecciones que nos serán de bendición.

Una lección es que las aflicciones no tienen un carácter eterno. A mí me parece adecuada la advertencia porque pienso que una de las cosas que más nos tortura cuando padecemos es justamente no saber cuánto durarán nuestros sufrimientos. En esa incertidumbre concebimos y alimentamos terribles pensamientos. En medio de toda situación adversa es sabio siempre cultivar esperanza más que frustraciones, porque el día llegará cuando nos encontremos del otro lado del túnel donde estará la victoria.

(Adaptado del pensamiento de Hugo Ruiz)

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