Muchas personas, más de una vez, se han preguntado qué deben hacer para encarar las tribulaciones. En alguna manera han concebido la idea de que posiblemente exista una fórmula milagrosa para tales males. La verdad es que hay que enfrentarlas porque a todo ser humano le llegará el día menos pensado.

Él apóstol Pablo menciona en su carta a los creyentes que vivían en la ciudad de Corinto, que él y sus compañeros habían sufrido serias calamidades en la región de Asia, de tal manera que se sintieron muy agobiados, para llegar a la conclusión de que morirían en las manos violentas de los fanáticos paganos, enemigos del evangelio. Al contarle su experiencia a los corintios, les dijo que ellos se confiaron en Dios y Él los liberó de una muerte segura, terrible y tuvieron su consuelo.

Todos Nosotros, Tarde o Temprano, Necesitamos Este Consuelo.                             

Las aflicciones no son, en realidad, accidentales como algunos quisieran pensarlo. Ellas forman parte de nuestras limitaciones debido a la fragilidad de nuestra vida. Job un hombre muy temeroso de Dios, expresó en medio de sus males y sufrimientos: “El hombre nace para la aflicción” (5:7 de su libro). Necesitamos el consuelo de Dios, porque hay sufrimientos que son muy grandes y solo Él puede consolar porque es sumamente misericordioso.

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Lee 2 Carta a los Corintios 1:8-10