“Después de exponer todas estas parábolas, Jesús dijo a sus discípulos: Como ya saben, faltan dos días para la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para que lo crucifiquen.”

Mateo 26:1-5

El ministerio terrenal de Jesucristo está a punto de terminar, tres años y medio trabajó arduamente para dar a conocer el reino de Dios: con prodigios, señales, milagros, sanidades, enseñanza, evangelismo personal, en casa y masivo. Dio capacitación a los discípulos y trabajo práctico, llevando ellos el testimonio de la fe en Cristo por ciudades, pueblos y aldeas en todo el país, sanando enfermos y liberando a personas endemoniadas: Él y ellos fueron a otras culturas para darles también la misma oportunidad de entrar al reino.

Un trabajo muy difícil en medio de la oposición, incomprensión y rechazo de los líderes de la religión judía. Los discípulos aún escépticos no podían considerar que sería crucificado, muerto en manos de los soldados extranjeros.

Días antes el sumo sacerdote Caifás, profetizó ante los demás líderes judíos “¡Ustedes no saben nada en absoluto! No entienden que les conviene más que muera un sólo hombre por el pueblo, y no que perezca toda la nación.. Así que desde ese día convinieron en quitarle la vida” (Juan 11:49-53).

Al llegar el día conveniente, pidieron violentamente a Poncio Pilato que lo crucificara.

Jesús no se equivocó de las intenciones de estos líderes, “por eso ya no andaba en público entre los judíos. Tuvo un retiro en el desierto cerca del pueblo Efraín”.

Qué interesante sería que supiéramos cuándo vamos a morir, pero como no es posible debemos estar preparados como lo hizo Jesús y enfrentar la muerte con gran satisfacción por haber cumplido con el propósito de Dios.

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