“Uno sabe lo que tiene hasta que lo ha perdido”. Esto fue lo que sintieron los discípulos y seguidores de Jesús el Mesías. Mientras estuvo con ellos, Su presencia era normal para ellos cada día. ¿Y ahora qué? ¿Cómo iba a ser la vida de ellos?

Juan el apóstol fue testigo cuando el cuerpo de Jesús fue quitado de la cruz por Nicodemo y José de Arimatea. Los demás discípulos, estaban depresivos, confundidos y temerosos. Se olvidaron de la promesa de Jesús que Él resucitaría; los que no lo olvidaron fueron los sacerdotes y fariseos cuando Jesús dijo: ” A los tres días resucitaré” (Mateo 27:63) por eso, ellos pidieron a Pilato que sellara el sepulcro y pusiera una guardia de soldados, concediéndoles el procurador la petición (Mateo 27:62-66).

Las mujeres fueron al sepulcro el primer día de la semana, un ángel se les apareció y les dijo: “No tengan miedo, sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Luego vayan pronto a decirles a sus discípulos…” Así que las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas, pero alegres y corrieron a dar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. “No tengan miedo les dijo Jesús, vayan a decirles a mis hermanos que se dirijan a Galilea y allí me verán” (Mateo 28:1-10).

Llenas de una extraña combinación de temor con emoción y alegría, las mujeres regresaron apresuradamente para buscar a los discípulos y dar la noticia; a los discípulos les pareció una tontería, pero Pedro y Juan pensaron que valía la pena comprobarlo y corrieron al sepulcro el cual estaba vacío, era un enigma.

Posteriormente, Jesús se apareció a diez de ellos en el aposento alto y les dijo: ¡Shalom! y les mostró las manos y el costado. Al verlo los discípulos se alegraron. ¡Había resucitado! (Juan 20:19-31).

¡Gloria! al Eterno Señor de la vida. ¡Cristo Vive! y nosotros también viviremos para siempre con Él.

Lee el relato Mateo 28:1-10