“La Paz les dejó, mi paz les doy; yo no se las doy como el mundo la da. No se turbe su corazón, ni tengas miedo.”

Evangelio de Juan 14:27

Alguien ha dicho que hemos creado una sociedad plagada de ansiedades. ¿Hasta dónde es esto injustificable? Los motivos abundan y sobran. Por ejemplo un padre de familia sin encontrar trabajo; cuando se da cuenta que una mejor educación de sus hijos no figura en el porvenir de ellos; cuando nota con razón o sin  ella, que la justicia no se inclina en su favor cuando debe; cuando ve que la equidad no es la regla con que se le mide; cuando hay una pandemia sin  control, que provoca una contagiosa enfermedad y muerte, que no tiene los recursos que necesita para enfrentar lo desconocido y para sobrevivir mientras pasa la calamidad . . . es natural que se sienta sacudido por el afán y las preocupaciones. Debido a nuestras ansiedades todos nosotros formamos una sociedad insegura. La humanidad actual padece de miedo por una posible guerra nuclear o biológica, por los virus y por otros males.

Todos necesitamos una certeza que nos dé descanso espiritual, mental y emocional, porque es allí donde justamente ocurren nuestros trastornos, fuentes de ansiedades. Esta certeza lo encontramos en un mensaje que Jesucristo dio hace dos mil años a sus temerosos discípulos. Él les dijo: “les dejo un regalo; paz en el alma. La paz que doy no es frágil como la paz que el mundo ofrece. Así que no estén ansiosos ni tengan miedo.”

Jesucristo sabe muy bien cuánto necesitamos esta paz. Observaba cuánta inquietud había en la sociedad de su tiempo, aún en sus amigos y seguidores. Había miedo del sistema de gobierno imperialista, y de una religión decadente. Jesucristo dice que Él puede darnos esa paz que tanto necesitamos. Porque Él sabía que el mundo solamente da paliativos, seguridad falsa que su precio es muerte. Y que lo que Él ofrece nadie más puede darla. 

¿Cómo obtener esta paz que Jesús el Señor ofrece como regalo? La paz que El ofrece es lo que nos da todas las virtudes necesarias para permanecer inmutables frente a las adversidades. Recibimos esta paz cuando admitimos a Jesucristo como Señor y Salvador personal por medio de nuestra fe, arrepentimiento, reconociendo que en la cruz donde fue crucificado llevó nuestras ansiedades, desilusiones, aberraciones y pecados, aún más nuestras enfermedades y sufrimientos. Al recibirlo como Salvador nos da su paz y podemos ser victoriosos ante toda situación con su ayuda y poder, Él venció a la misma muerte. Recíbelo y confía en Él, es victorioso Salvador. 

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