SALMO 39

Por otro lado las trasgresiones,  quebrantar las leyes de Dios nos provoca ciertos males como una natural consecuencia, la disciplina del Señor es para enseñarnos a obedecerle; David dice: “Líbrame de todas mis transgresiones. He guardado silencio, no he abierto la boca, pues tú eres quien actúa. Ya no me castigues, que los golpes de tu mano me aniquilan”. 

Debemos aceptar la disciplina del Señor, a Él le agrada la obediencia, la fidelidad a su palabra. El castigo no es para siempre, como el padre disciplina a sus hijos por amor, porque le disgusta las malas acciones, las amistades malas y la desobediencia, anhela que sus hijos cambien y se sujeten a él; lo mismo hace Dios. El escritor de la carta a los Hebreos  dice: “Después de todo, aunque nuestros  padres humanos nos disciplinaban, los reputábamos, ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos? En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad” (12:9-11). Vivamos en pureza de vida, en obediencia y el Señor nos responderá con bendiciones cuando se lo pidamos. 

David termina este bello salmo confirmando su anhelo de que el Señor escuche su oración, su clamor, sus lágrimas. Que Dios le responda para que vuelva a tener alegría antes que muera (Versículos 12,13). Esa debe ser nuestra petición, tener constantemente la alegría del Señor y no perder la esperanza en Él.

– Pastor Orel Ochoa (extraído del libro Meditaciones en los Salmos del Rey David)

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